Hablar de innovación en España es abrir un debate apasionante sobre presente, pasado y, sobre todo, futuro. En este episodio del pódcast Generación EdTech, Jorge Barrero —director general de la Fundación Cotec— traza una radiografía honesta y profunda sobre cómo entendemos, medimos y aplicamos la innovación en nuestro país.
La conversación parte de una idea clara: para que la innovación transforme de verdad nuestra sociedad, debe ir mucho más allá de lo tecnológico. Porque no toda innovación es digital, ni todas las tecnologías son innovadoras. La clave está en cómo usamos el conocimiento para generar valor económico, social y humano.
Innovar no es solo crear tecnología
Uno de los grandes logros de Cotec ha sido redefinir el concepto de innovación para acercarlo a las personas. Según Barrero, “innovar es provocar un cambio basado en conocimiento que genera valor”. Y eso incluye desde una mejora organizativa en una pyme hasta una transformación educativa en un colegio rural.
España no tiene un problema de falta de ideas. El reto está en identificar, medir y escalar las innovaciones que ya existen, muchas veces invisibles. En palabras de Barrero, “la mayoría de las empresas españolas ya innovan, aunque no siempre lo sepan”. Y eso exige una mirada más inclusiva y diversa de lo que entendemos por innovación.
¿Por qué España sigue a la cola de Europa?
Según el Índice Europeo de Innovación, España ocupa posiciones intermedias, por detrás de países como Alemania, Suecia o Países Bajos. ¿Por qué? La respuesta no es simple. Hay factores históricos —como el desfase tecnológico heredado desde siglos atrás—, factores geográficos —con grandes desigualdades territoriales— y también problemas de cómo se mide la innovación en sí misma.
Barrero destaca que los sistemas de medición actuales están diseñados desde economías industriales, donde las patentes o el gasto en I+D tienen más peso. Pero en una economía de servicios como la española, donde muchas innovaciones no pasan por laboratorios, estos indicadores resultan parciales y limitados.
Málaga, País Vasco y la importancia del largo plazo
A pesar de estos desafíos, hay territorios que están escribiendo otra historia. El País Vasco y Málaga son dos ejemplos de cómo una estrategia sostenida en el tiempo puede cambiar el destino de una región. En ambos casos, la clave ha sido la persistencia, la colaboración institucional y una visión que trasciende las legislaturas y los intereses partidistas.
Esto nos lleva a una idea crucial: la innovación en España no puede depender del corto plazo político. Requiere visión, cultura compartida y un entorno que valore el riesgo, la creatividad y el pensamiento crítico. Necesitamos que innovar no sea la excepción, sino la norma.
Europa, identidad y el modelo español
En un mundo polarizado entre el modelo estadounidense (basado en el mercado) y el chino (basado en el control estatal), Europa tiene la oportunidad de defender su propio camino: una innovación con derechos, con propósito y con cohesión social. Y España debe ser parte activa de ese proyecto.
No se trata de copiar modelos externos, sino de adaptar lo mejor de cada uno a nuestra cultura. Como señala Barrero, “tenemos que aprender de Corea o de Israel, pero construir algo propio. Algo que funcione para nosotros”.
Innovar también es saber qué no cambiar
Una de las reflexiones más originales de la entrevista llega al final: no todo tiene que cambiar para que innovemos. A veces, la verdadera innovación está en reconocer qué funciona y preservarlo. En un mundo obsesionado con lo nuevo, la capacidad de distinguir entre lo que debe evolucionar y lo que merece continuidad es una forma de inteligencia colectiva. pierdas!